En la fragua de Vulcano
Psappha
Ensamble de Percusiones
Fernando
Correa, Alejandro Inda, Edmundo Langner y Diego Rojas, percusión
Obras
de Westlake, Zivkovic, Barber, de Mey, Reich, Infanzón, Rodríguez y Argenziano
Patio
de la Casa de la Moneda
Luis
Hidalgo Martín
Para el concierto del arrollador cuarteto
mexicano Psappha Ensamble de Percusiones, la Fundación Juan de Borbón,
organizadora del Festival de Segovia, propuso el Patio de la Casa de la Moneda.
Aunque ya se habían celebrado en tan singular marco dos conciertos, esta era mi
primera visita a un lugar que me sorprendió por la belleza (tanto por la propia
como la de las vistas que brinda a medio camino entre El Parral y El Alcázar) y
entusiasmó por las posibilidades musicales que ofrece. Y es que las dimensiones
del lugar, la sobriedad constructiva, la presencia de las aguas del Eresma como
fuerza motriz desencadenante de un desarrollo industrial que contribuyó a
marcar la historia de la ciudad, evocan la
pulsación rítmica de las máquinas, los movimientos cíclicos, las relaciones
proporcionales, el rigor estructural, la fluidez dinámica y la actividad
creativa que sin duda alguna definen el arte musical y que muy bien quedó
demostrado con la actuación de Psappha Ensamble de Percusiones.
Las enormes posibilidades de la
percusión permitieron que a lo largo del siglo XX fuera creándose un lenguaje
propio que gracias a la labor de numerosos compositores vanguardistas favoreció
la emancipación y conversión de instrumentos acompañantes a la condición de
solistas. El repertorio de Psappha Ensamble de Percusiones ilustró ese panorama en un fascinante viaje a través de
cambiantes sonoridades y procedimientos.
Con el aforo completo, comenzó el
exitoso concierto con el hipnótico sonido de las marimbas en un repetitivo diseño
rítmico-melódico típico de la música africana en Omphalo Centric Lecture de Nigel Westlake. Una pieza cuyo sentido
minimalista la acerca a Music for Pieces
of Wood, de Steve Reich, gurú del minimalismo estadounidense que plantea un
concentrado orden de secuencias cambiantes de gran complejidad interpretativa. Toda
una demostración de sincronización, fuerza y precisión rítmica milimétrica fue Trio per uno de Nebojsa Zivkovic, en la
que entre dos movimientos casi salvajes se inserta otro de onírica sonoridad de
láminas metálicas sugerente del gamelan. El maravilloso arreglo del famoso Adagio para cuerdas de Samuel Barber dio
paso a Musique de Table de Thierry de
Mey que, junto a Hematofonía para
percusión corporal, de Héctor Infanzón, fueron las piezas más curiosas por su
propuesta de que la ejecución rítmica derive en sorprendente y lúdico
movimiento coreográfico con espacio para el humor.
Per
suonare a 4 de Aldo Rodríguez hechizó con las onomatopeyas vocales y el
sonido tan característicamente mexicano de las marimbas, mientras que el
tonante redoblar de los industriales bidones en Stinkin Garbage de Ed Argenziano consiguió transportarnos a la
mismísima fragua de Vulcano.
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