Las dos últimas pinturas de mi padre



Pinturas de Ilidio Hidalgo Fernández

Las dos últimas pinturas de mi padre, realizadas sólo dos semanas antes de su muerte, reflejan bien lo que fueron sus últimos días, pero especialmente lo que fue su idea artística y de vida.
En la primera, realizada al pastel y  prescindiendo del dibujo previo como ya era habitual en su última etapa, crea un paisaje pre-invernal, de cálidos reflejos dorados evocadores de las últimas felices tardes otoñales y en el que no faltan dos signos característicos de su pintura: los cielos rosados y la presencia de la figura humana, representada ésta con trazos de color de gran simplicidad y en una disposición siempre activa.
La última pintura, inconclusa, es de una mayor complejidad tanto por la técnica (acuarela combinada con acrílica y lo que era su principal singularidad, el uso de productos farmacéuticos) como por la expresión.
En los últimos años el camino de la abstracción fue uno de los más transitados por mi padre, siempre tentado por la experimentación de nuevas texturas y formas interpretativas que no muriendo en la percepción de lo obvio estimulasen abierta y libremente la fantasía del espectador. Ahora recuerdo con añoranza, admiración, emoción, orgullo y alegría tantos ratos pasados observando y comentando un cuadro desde todos sus ángulos posibles y bajo distintas luces, sin ser realmente consciente del fantástico y exclusivo legado humano y artístico que mi padre me dejaba en esos irrepetibles momentos.  
La pintura que hoy me ocupa no fue una excepción y el último día que Ilidio pasó en casa  tuve la suerte de, junto a él, poder admirarla con detenimiento, intercambiar opiniones, recibir explicaciones -algunas entre unas buenas risas por las imágenes que intuíamos- y ser depositario de lo que con ella pretendía y de lo que aún faltaba por hacer.
Nunca pudo finalizarla y quedó sin firmar, pero observándola atentamente he podido apreciar con profunda emoción y satisfacción la plasmación de su huella digital en algunos rincones, fruto de su gusto por matizar con los dedos detalles que, según él decía, el pincel era incapaz de transmitir.
Como Ilidio hacía, con ojos claros y serenos además de mente abierta, os invito a mirar éstas pinturas para que cada uno encuentre en ellas aquello que pueda o desee ver y que con su imaginación complete la carencia, corrija el defecto o simplemente se deje llevar por el mismo torrente de perenne ilusión creativa que la pintura significó para mi padre.
Perpetua, imponente y pétrea como la figura de ese acueducto que subyace en su última pintura, así es y será mi gratitud, admiración y AMOR  por mi PADRE.         



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