Este arreglo de una de mis canciones preferidas del folklore segoviano es fruto de una profunda reflexión de cómo las formas modales, tan presentes en los cancioneros  castellanos, con el de Marazuela a la cabeza, apenas han sido reflejadas por los intérpretes. Personalmente pienso que podrían suponer, pese a su engañoso carácter arcaizante, una vía de regeneración para un folklore que  a veces en manos de obsesos garantes de la tradición olvida abrir ventanas y airear el olor a rancio.

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