Mero trámite
Mero trámite
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Festival de Segovia
Orquesta
Sinfónica de Castilla y León
Michiel
Delanghe, director
Obras
de Mozart y Beethoven
Jardín
de los Zuloaga
Luis
Hidalgo Martín
(El Norte de Castilla 20-7-2014)
(El Norte de Castilla 20-7-2014)
El segundo concierto de la sección En abierto del Festival de Segovia
corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, una orquesta
financiada con los impuestos de todos los castellanoleoneses que podemos
presumir de una agrupación situada entre las cuatro o cinco mejores orquestas
del país.
Con sede estable en el Centro
Cultural Miguel Delibes de Valladolid, la orquesta está obligada a realizar una
serie de conciertos por las provincias de la comunidad que se reparten en
función del número de habitantes. Como aquí somos pocos y además contamos con
la desgracia de ser la única ciudad que no tiene auditorio, cada escasa actuación
de la orquesta es acogida con verdadera expectación.
Tras sus dos famosas y escandalosas
espantadas, a causa del calor un día y del frío al siguiente, del Festival de
Segovia del año 2000, que extensamente narramos y analizamos en su momento
desde estas mismas páginas, la agrupación tiene una deuda pendiente con la
ciudad. Una deuda que en lo presencial ha sido saldada suficientemente pero no
así en lo artístico. Notable fue su concierto bajo la dirección de Alejandro
Posada en el convento de Santa Cruz en el 2002, así como el ofrecido en el
2008, pero nunca ha conseguido aproximarse a la excelencia artística o al
interés programático que define muchos de sus conciertos vallisoletanos.
La sesión del viernes en los
Jardines de los Zuloaga reunió a una gran cantidad de público para disfrutar de
un programa sinfónico centrado en la brillante tonalidad de Re mayor. Un
sugestivo cruce entre un Mozart, que en su Sinfonía
38 Praga, augura una construcción casi beethoveniana y un Beethoven que,
inmerso en un periodo turbulento definido por el célebre testamento de
Heiligenstadt, es capaz con su Sinfonía 2
de retrotraerse a las formas prerrevolucionarias en clara preconización de sus
maestros Mozart y Haydn.
Pero una vez más las condiciones no
fueron las óptimas para el éxito de la orquesta. Las ya conocidas deficiencias
acústicas de cualquier auditorio al aire libre fueron una dificultad
insuperable para una orquesta en baja forma con una plantilla cargada de
suplentes, en atriles y batuta, que precipitada en la interpretación y las
formas (no hubo descanso) cometió sorprendentes fallos de descoordinación
(timbales y cuerda en el ataque del Allegro
inicial de Beethoven) afinación (trompas y violines en diferentes pasajes del
Larghetto de la misma sinfonía) y
falta de empaste en maderas. En el platillo positivo de la balanza hay que destacar
la brillantez de la coda en el tiempo inicial de la sinfonía de Beethoven, la
vivacidad rítmica de la obertura El rapto
en el serrallo así como la gracia en las síncopas del tema inicial y la
intensidad de los pasajes fugados del Allegro
de la sinfonía Praga.
Los aplausos del público, que más que muestra de
satisfacción parecían reflejar el deseo de la concesión de una propina que
compensase la breve duración, fueron correctamente agradecidos por la orquesta
que dio por zanjado un trámite más. Seguiremos esperando.
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