Llama viva en la noche oscura




Llama viva en la noche oscura


30 Semana de Música Sacra de Segovia
Amancio Prada, guitarra y voz
Hilary Fielding y Rafael Domínguez, violonchelos
Escolanía de Segovia
María Luisa Martín, directora de la Escolanía
El Cántico Espiritual y otras canciones de San Juan de la Cruz
Iglesia de San Juan de los Caballeros - Museo Zuloaga

Luis Hidalgo Martín

             La trigésima edición de la Semana de Música Sacra se ha caracterizado por la emoción; y de extrema emoción podría calificarse el concierto de clausura protagonizado por Amancio Prada y la Escolanía de Segovia unidos para interpretar una vez más, pero siempre como si fuese la primera, el Cántico espiritual que, con los versos de San Juan de la Cruz, el gran músico leonés    compusiera y estrenara en nuestra ciudad hace ahora treinta y cinco años.
            Con todas las entradas agotadas, la sentida actuación acontecida en la iglesia de San Juan de los Caballeros maravilló por la sencillez con la que fue dicha esa simbiosis perfecta de palabra y música que supone tanto el Cántico espiritual como las cuatro canciones que, también sobre poemas del poeta de Fontiveros, completaron el programa.
            La puesta en escena, de la que fue responsable Andrea Isasi, permitió un movimiento y disposición de la dúctil Escolanía que sirvió para crear imágenes de gran belleza y hondo efecto que, sin renuncia alguna a cierta deliciosa ingenuidad, contribuyeron a la evocación de la noche oscura y al realce del mensaje del Cántico. Una escenografía que relacionándola con la figura de San Juan de la Cruz, adjetivaría de descalza y efectiva. Epítetos estos que podrían aplicarse también al aspecto interpretativo, pues con el mero acompañamiento de dos violonchelos, la escolanía y la guitarra y voz del propio Amancio Prada, se consiguió una variedad de color y expresión verdaderamente abrumadora.
            La elección de tres instrumentos de tesitura grave aportó una gran cohesión al sonido instrumental que se benefició además de una sonorización discreta pero que igualaba el volumen de los arcos con la pulsación guitarrística, el diálogo a tres bandas entre violonchelos y guitarra creó momentos de auténtica magia en una música tan profunda y sugestiva como el texto en el que se funde. La continua variación rítmica, siempre al servicio de la palabra, la infatigable modulación armónica, la constante alternancia entre el modo mayor y menor y una línea melódica que, desde la estilización, recuerda ciertas formas populares definen el estilo de la composición, la cual reserva a las preciosas y disciplinadas voces de la Escolanía algunos de sus momentos más candorosos.
              Pero sin duda la parte del león fue la correspondiente a Amancio Prada, ese moderno y selecto juglar, enamorado de los romances como demostró abriendo el concierto con el del Conde Arnaldos, que aparte de hacer gala de una prodigiosa memoria, tocar la guitarra con absoluta maestría y musicalidad, es dueño de una prodigiosa voz, grande en extensión, con unos graves aterciopelados, un registro agudo intenso y brillante, altamente expresivo y una dicción clarísima, capaz de alumbrar con llama viva todos los detalles del texto.
            Tres sugestivas propinas, la última con el público convertido en coro, cerraron un concierto lujoso, hermoso y de emoción a flor de piel.
             
           

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