Brodsky Quartet, la tormenta


Brodsky Quartet, la tormenta


Brodsky Quartet
Daniel Rowland e Ian Belton. violínes
Paul Cassidy, viola
Jacqueline Thomas, violonchelo
Obras de Purcell, Tanaka, Beethoven, Schubert, Puccini y Debussy
Sala de la Galera del Alcázar

Luis Hidalgo Martín

            No creo exagerar si digo que el acontecimiento musical del año en la provincia de Segovia es la actuación del Brodsky Quartet en la Semana de Música de Cámara. Esta agrupación inglesa que inició su andadura en 1972 se ha convertido en una de las instituciones más sólidas en el mundo de la música clásica. Es desde hace años referente principal en las interpretaciones de las obras más importantes de los compositores fundamentales del género cuartetístico, el más complejo y el que mejor contiene la esencia de la composición musical, y como ejemplo hay que destacar sus versiones de autores como Shostakovich o Beethoven a los que, después de lo escuchado el jueves en el Alcázar, habría que sumar su radical Debussy. Y es que el Brodsky Quartet, del que pudimos disfrutar en este mismo ciclo hace ya doce años, se distingue, aparte de por una puesta en escena que se aleja del encopetamiento habitual que suele reinar en el panorama clásico, por la fogosidad, vértigo y audacia de sus interpretaciones, por una manera de hacer música que se aparta de los convencionalismos y por una técnica y sincronización apabullantes.
            El éxito del concierto de Brodsky Quartet que transcurrió bajo la fuerte tormenta y obligó a trasladar el escenario del Patio de Ármas a la sala de La Galera, residió también en la elección de un repertorio en el que ni una sola nota estaba de más, con lo que el conjunto inglés demostró que no sólo sabe tocar bien sino que también sabe programar, destreza que no siempre convive con el virtuosismo. Ordenadas en dos partes que arrancaban con una pieza en un único movimiento, seguida de una obra de homenaje mortuorio que desembocaba en un gran cuarteto, todas las composiciones planteaban alguna novedad en el tiempo en el que fueron escritas, es decir, todas fueron vanguardistas en su momento, y todas aportaron al concierto una oportunidad para que los músicos explotaran sus cualidades técnicas y exploraran diversos lugares expresivos.
            Ya la Chacona en sol menor de Henry Purcell fue toda una declaración de intenciones de lo que después escucharíamos. Comprometida en una expresión profunda y sin concesiones al manierismo estilístico de algunos conjuntos especializados en el Barroco, dio paso a la composición de la japonesa Karen Tanaka, Ante la tumba de Beethoven, que establecía el paralelismo de honda emoción y carácter funerario de tombeau con Crisantemi de Puccini, ubicada ya en la segunda parte. 
               El amargo y tortuoso Cuarteto Serioso Op. 95 De Beethoven tuvo como marco sonoro la fase más activa de la tormenta que derivó en un arrollador huracán expresivo de los músicos.
            En la segunda parte, iniciada con el trágico Movimiento de Cuarteto D. 703 de Schubert, residió el momento culminante del concierto durante la interpretación del Cuarteto en sol menor de Debussy que representó el encuentro con la luz en un concierto marcado por la oscuridad y densidad de las obras, escritas todas ellas en modo menor. La sustancial lectura del Brodsky Quartet maravilló con sus amplios arcos dinámicos, con una textura fibrosa y un temperamento vital e intensamente comprometido en busca de la misteriosa belleza que tan singular obra entraña.
            Fuerza, sonoridad, carácter, velocidad... Brodsky Quartet, la tormenta.

Publicado en El Norte de Castilla el 28-7-2012


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