La sabiduría de los patriarcas
La sabiduría de los patriarcas
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Semana de Música Sacra de Segovia
Coro
del Patriarcado de Moscú
Anatoly
Grindenko, director
Obras
de Rachmaninov, Chesnokov, Tchaikovsky, Grechaninov y anónimos
Iglesia
de San Juan de los Caballeros - Museo Zuloaga
Luis
Hidalgo Martín
Desde hace treinta y dos años la
Semana de Música Sacra de Segovia es una de las más características e
ineludibles citas de la Semana Santa de nuestra provincia. A pesar de las
dificultades y con una ligera reducción en el número de sesiones, un año más
podemos decir que, afortunadamente, seguimos contando con un ciclo excepcional
que invariablemente permite a nuestros oídos disfrutar de algunos de los más
bellos y misteriosos sonidos creados por el hombre en los últimos dos mil años,
además de suponer una magnífica invitación a la reflexión, independientemente
de cuanta y cual sea la creencia religiosa de cada uno.
La variedad siempre ha sido una de
las señas de identidad de este ciclo que en su sesión inaugural quiso ofrecer uno
de los platos fuertes de esta edición de 2014 con el concierto del Coro del
Patriarcado de Moscú en un programa consagrado a la música ortodoxa rusa de los
siglos XVI al XX.
A
lo largo de la historia de la Semana de Música Sacra han sido numerosas las ocasiones
en las que se ha podido saborear las bondades de la música ortodoxa en las
voces de conjuntos que siempre se han distinguido por su magnífica musicalidad,
pero quizá sea el Coro del Patriarcado de Moscú quien haya situado el listón en
su punto más alto por el equilibrio entre calidad artística y programática.
La primera parte, dedicada a
composiciones anónimas de los siglos XVI y XVII, fue la más interesante por
enfrentarnos a un repertorio realmente infrecuente, de sonido oscuro y profundo
y sobrecogedora expresión, en donde el diminuendo
de cierre sobre los acordes suspendidos del canon eucarístico Anáfora marcó un momento de belleza
indefinible y excepcional.
Las impresionantes condiciones
vocales de conjunto y solistas alcanzaron su máxima expresión gracias a las
creaciones de los grandes clásicos del repertorio ortodoxo que definieron la
segunda parte del concierto. Obras más habituales como Bienaventurado el hombre de
Chesnokov, Anáfora de Rachmaninov o Nos postramos ante ti de Chaikovsky,
entre otras, sirvieron para que el mesurado gesto de Anatoly Grindenko
transformase las once soberbias voces en una masa dúctil de infinitas
posibilidades dinámicas que, desde las abisales notas de los bajos hasta las etéreas
alturas de los tenores, transitó por un camino en el que prodigiosamente dulzura
y calidez convivieron con la fuerza del metal.
Demostración de sabiduría de unos
verdaderos patriarcas del canto.
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